30 de abril

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Columna El Líbero "Trabajo, Amistad y Comunidad"

Lo que constituye a una actividad en trabajo no es la materialidad de su contenido, sino ser manifestación de la dignidad humana. Este se encuentra destinado a hacer posible una vida plenamente humana, pero no sólo, ni principalmente, por lo que se refiere a sus logros y resultados externos, sino sobre todo porque crea y desarrolla comunidad, el lugar donde los hombres se constituyen como tales. En este sentido, no cabe duda de que el objeto del trabajo es el hombre mismo, hacer posible que se muestre enteramente. Si, por el contrario, el trabajo se limita a simple actividad y producto, entonces la condición humana del agente se torna superflua. Esto último fue precisamente lo que ocurrió en el mundo antiguo con el esclavo y en el moderno cuando el obrero fue visto como una especie de máquina. Si procesos y cosas se constituyen en la finalidad única del trabajo, habrá una inevitable tendencia a reducirlo a ser una actividad unidimensional, aislada y desgajada de ese complejo plexo de relaciones que es el universo propiamente humano. Por esa vía resulta fácil perder su sentido, convertirlo en pura mercancía, y quedar sumergido en una mescolanza de actuaciones y bienes inconexos que suele conducir a un modo de vida inhumano.

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