25 de diciembre

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Columna El Líbero "Fiesta y Consumo"

Esta época de Navidad nos pone habitualmente en una suerte de conflicto frente al consumo, como si hubiera una contradicción fundamental con el espíritu religioso de la fiesta y el gasto. Esto, sin embargo, no es del todo cierto.

La esencia de la fiesta es el espíritu del don. Esto significa, en términos coloquiales, el valor inconmensurable del regalo. El gasto navideño no es un mero consumismo -aunque muchas veces podemos caer en esas prácticas. Guardando la proporción y evitando la exageración -y a veces el mal gusto- aumentar del gasto y comprar es lo propio de la fiesta, porque hacer ahorros en una celebración es contradictorio. La razón de esto se encuentra en el hecho de que la fiesta, ya sea la Navidad u otra, no es más que desprenderse en favor de otros. Los regalos que compramos, la comida que cocinamos, esa botella de vino más cara que abrimos o la nueva decoración que ponemos en nuestras casas es propiamente un ejercicio de entrega en favor de nuestras familias y los demás. El espíritu de la fiesta, puesto de este modo, son los demás, y eso no permite tacañerías. Dicho de otro modo, 'salirse del presupuesto' sin 'tirar la casa por la ventana' es lo propio de la celebración. La fiesta, de esta manera, no es para nosotros, sino cada uno de nosotros en favor de los demás y, esto mismo, con reciprocidad. De ahí que sea importante que regalemos y nos regalen.

Con todo, consumir algo más de la cuenta no es pecado. Al contrario, no hacerlo puede ser una falta de cariño y caridad enormes. Si queremos un argumento más religioso, acordémonos de esos tres reyes magos que se gastaron el presupuesto, ocuparon su tiempo, arriesgaron el cuello frente a Herodes y, quizás, perdieron el prestigio personal por ir dar unos regalos al Niño que no necesitaba nada. Este Niño, de seguro, les correspondió con unos dones tremendos y en ese pesebre, aunque pobre, hubo una gran celebración.

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