Chile ha arribado a un estado de mediocridad que ha convertido en mera quimera el sueño de alcanzar el umbral de país desarrollado que, todavía quince años atrás, parecía posible. Aún resuena el eco de las palabras de los presidentes Lagos y Piñera señalando que, de seguir la ruta que llevaba, el país podría llegar a situarse en un futuro próximo entre aquellos que componen ese grupo privilegiado. ¿Qué queda de esa fundada esperanza? Poco o nada ¿Se atrevería alguien sensato a decir hoy algo semejante? Definitivamente no.
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Álvaro Pezoa B.
19 de noviembre del 2024