Sí, Chile ha tenido abiertamente un mal año 2024. Son muchos los factores que sustentan esta afirmación: violencia, delincuencia, inmigración descontrolada, economía creciendo vegetativamente, serios problemas en educación y salud, más varios otros. Pero, al momento de seleccionar los determinantes, cabe destacar 3I: inseguridad, incerteza e incompetencia, y una C: corrupción.
Primero, inseguridad. El fin de semana pasado fue representativo de la "nueva normalidad": catorce asesinatos. Eso es. El país vive un alto -y creciente- grado de violencia delictual, de una índole antes desconocida, importada junto a las bandas de narcotráfico que, cada vez más, priman en las calles de la geografía nacional. A esa realidad deben ser agregados los asaltos comunes, los "portonazos", las "encerronas" a automovilistas y demás laya de delitos, sin olvidar los actos terroristas en las zonas del Biobío y La Araucanía. Lo peor del caso es que el sistema judicial, en general -existen honrosas excepciones-, se muestra débil y hasta condescendiente con estas lacras sociales. Y al gobierno le ha costado una enormidad comenzar tibiamente a dejar de lado su mirada ideologizada frente al flagelo, para dar paso a una acción algo más efectiva en su combate.
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Álvaro Pezoa B.
02 de enero del 2025