El cambio en la manera de vivir es la gran herencia del "sesentayochismo", sostiene Pablo Pérez López (De mayo del 68 a la cultura woke). El arraigo de esta mutación experimentó con la revuelta del 68 una aceleración muy significativa, aunque venía forjándose desde antes. La juventud triunfante en mayo del 68 es "olímpica": quieren vivir como los dioses del Olimpo, sin restricción moral alguna, solo atentos al reclamo de su capricho y luchando por él con toda la intensidad de que son capaces (Higinio Marín). El legado del 68 tuvo más que ver con la forma de vivir que con la política, y por eso su influencia política es más honda de lo que parece, porque llega a ser real a través de la transformación de los comportamientos personales.
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Álvaro Pezoa B.
11 de febrero del 2025