La reciente caída del sistema eléctrico nacional es sólo un episodio de una sucesión de acontecimientos negativos que, en una retahíla que parece interminable, vienen a poner en evidencia un problema de fondo mayor, esto es, el franco deterioro de las capacidades efectivas de que dispone actualmente el país.
En último extremo se trata de una crisis ética profunda: prima una creciente corrupción, se ha diluido el principio de autoridad, debilitado el sentido del deber y la responsabilidad y, cómo no, decaído la valoración del trabajo bien hecho. Consiguientemente, escasea la fortaleza anímica que fundamenta la iniciativa y la pujanza; y, tal vez por el mismo motivo, a quien sí la tiene con frecuencia se le pone todo tipo de impedimentos para mejorar, innovar o emprender. El fenómeno señalado atraviesa la sociedad, aún con todos los matices que sería posible efectuar al respecto.
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Álvaro Pezoa B.
28 de febrero del 2025